Mueven sus manos de forma armónica al ritmo que le marcan los brazos de la experiencia. En un extremo están los pequeños que apoyados en el hombro y ajustados por la cabeza regalan ondas agudas generadas por movimientos suaves de las manos oscilantes, ondas que llegan hasta lo más profundo de los pensamientos. Detrás de estos pequeños se encuentran aquellos que sostenidos en la delgadez de su ser y de nuevo con un grupo pequeño de manos generan de manera coordenada ondas más fuertes, fuertes de espíritu, tan fuertes que llegan a mover la vitalidad del ser, resuenan constantemente en su interior. A su lado los perezosos van casi acostados, guiados de igual manera por manos que juegan sobre ellos, manos donde sus dedos brincan de hilo en hilo apoyándose de forma sutil, sobre ellos al mismo tiempo, se desliza otro hilo que empuñado delicadamente por una mano lo incita a producir ondas que quedan viajando en el aire, ondas que por sí solas tocan la superficie del ser; sin embargo las tres ondas unidas causan vibraciones inimaginables que evocan recuerdos, momentos y sentimientos para guardar en un rincón del recuerdo.
